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¿HAY LUZ AL FINAL DEL TUNEL?

Ruben Pasquali

13/06/2021
  El mercado bursátil local viene padeciendo hace varios años una caída significativa en sus volúmenes negociados, lo cual se ve reflejado en una merma importante de la cantidad de acciones cotizantes. La tendencia ni siquiera se interrumpió durante el mandato del Ingeniero Macri cuya gestión se entendía más amigable para el mercado que la del gobierno kirchnerista.

 


        El mercado bursátil local viene padeciendo hace varios años una caída significativa en sus volúmenes negociados, lo cual se ve reflejado en una merma importante de la cantidad de acciones cotizantes. La tendencia ni siquiera se interrumpió durante el mandato del Ingeniero Macri cuya gestión se entendía más amigable para el mercado que la del gobierno kirchnerista.

      Las estadísticas muestran que pasamos de un pico de 101 empresas alcanzado en 2017 a una merma posterior con la gran caída de 2018, que dejó en 96 el número de empresas cotizantes, dos menos que cuando asumió el mandato. El año 2016 y sobre todo 2017 serán recordados como el período en que más cotizantes ingresaron al mercado local en la década, Havanna y Supervielle el primer año y Byma, Loma Negra, Molinos Agro (una escisión de Molinos Rio), Cablevisión Holding y Laboratorios Richmond en pleno auge de 2017.

      Del lado de las deserciones tuvimos a Editorial Perfil, Grafex, Ángel Estrada y Compañía Hotelera Argentina, empresas con muy escasa o casi nula presencia bursátil. Pero en 2018, crisis mediante no tuvimos nuevas cotizantes y si el retiro de la oferta pública de Euromayor, Nortel, Petrolera Pampa, Petrobras Argentina, Central Térmica Güemes y Molinos Cañuelas que no llegó a cotizar. La lista sigue en los años siguientes con la salida de Telefónica, Repsol, Unipar Indupa y Quickfood.

      Pero lo que más preocupación generó entre los operadores e inversores fue la salida de Tenaris y Petrobras dos grandes firmas que han sabido actuar como refugio de valor en épocas de volatilidad y que supieron tener una alta ponderación en el índice Merval de las empresas líderes. Esta salida coincidió con dos hechos puntuales. En marzo de 2019 la CNV cambió la normativa, facilitando que empresas extranjeras puedan deslistarse. Por su parte Bolsas y Mercados Argentinos (“BYMA”) y S&P Dow Jones Índices (“S&P DJI”) firmaron un Acuerdo de Operación y Licenciamiento de Índices en noviembre de 2018.

      S&P DJI, es el principal proveedor global de conceptos, datos e investigación sobre índices. Producto de esta alianza estratégica nace el S&P Merval en reemplazo del antiguo Merval y el S&P BYMA en reemplazo del índice general de la Bolsa.  Si bien los nuevos índices implican la implementación de estándares metodológicos internacionales potenciando la transparencia de estos, el cambio trajo como consecuencia que ninguna empresa extranjera podía ingresar al mismo ya que, la base para la selección se hace sobre empresas con sede en nuestro país. Como los fondos comunes de inversión en renta variable suelen replicar la composición del principal índice de referencia, y este ya no incluiría a estas dos grandes empresas, se daba la paradoja que las empresas con mayor ponderación en el viejo índice se quedaban sin el mayor comprador potencial, ya que al no estar incluidas en el nuevo índice quedaban fuera del criterio para ser seleccionadas.

     Esta situación nunca fue planteada por las sociedades, pero el argumento de que decidieron simplificar sus procesos administrativos internos, (ya que el hecho de estar listadas en el mercado de Buenos Aires donde se operaba muchísimo menos que en otros mercados donde cotizaban, les generaba los consiguientes gastos de mantener una oficina abierta en el país), resultaba por lo menos un argumento oportuno a la situación planteada. Por su parte desde Byma se decidió la creación de los Cedear de ambas empresas potenciados a través de market makers para que los   inversores locales no se vieran afectados.  Invertir en un Cedear es igual que invertir en la empresa. Tiene el mismo tratamiento impositivo para el inversor argentino que una empresa cotizante local. Es decir, no paga ganancias cuando se compra y vende un Cedear, igual que una acción local que cotiza en BYMA. Pero en términos de volumen negociado, el cambio suma para el monto operado en Cedears y resta para el de acciones.

    A contramano de la tendencia general en 2019 una compañía dedicada a los juegos de azar optó por el camino inverso y retornó a cotizar -se había deslistado en 2012-. Se trata de B-Gaming, dedicada a la gestión del sistema de loterías, procesamiento de apuestas de quiniela, loto y quini y que es propiedad del grupo Boldt y que tiene operaciones en las provincias de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos, Formosa y Misiones.

     Finalmente, en 2021, Cresud y su controlada Irsa realizaron una ampliación de su capital en una suscripción local e internacional que resultó exitosa poniendo de manifiesto la verdadera razón de ser del mercado bursátil, transformar el ahorro de los inversores en inversión productiva.

    Esta pequeña crónica es una postal de lo que viene sucediendo con nuestro mercado bursátil en las últimas décadas. Pero el dato más revelador termina siendo la variación en los volúmenes operados a lo largo del tiempo. En la década del 90 tuvimos un momento de gloria que duró muy poco. En los primeros años de la convertibilidad entre bonos y acciones se llegaban a operar 800 millones de dólares, de los cuales era común ver 150 millones operados en acciones locales. Negociábamos más que el mercado brasileño y en algún momento un funcionario de la CNV de aquel entonces afirmaba que podríamos llegar al objetivo de operar 300 millones de dólares por día. Seguramente muchos operadores veteranos recordarán la cita.

     La cruda realidad muestra que en 2021 venimos operando con esfuerzo entre 5 y 6 millones de dólares diarios, y resulta un éxito cuando nos acercamos a los 12 millones. Estas cifras aparecen maquilladas por la operatoria en Cedears que tuvieron su momento de auge con la suba del dólar y la fuerte recuperación del mercado americano luego de la caída por el inicio de la pandemia. Pero en la mayoría de los casos, prima más en los inversores la sensación de refugio de tener un activo asociado al dólar antes que un conocimiento de las posibilidades del subyacente del Cedear. Seguramente será un tema que requiera más atención cuando el mercado ensaye algún tipo de corrección. Tampoco ayuda que los bonos locales tuvieran que pasar por varias reestructuraciones quebrando la confianza de muchos inversionistas que utilizaban este instrumento como reaseguro ante variaciones en el tipo de cambio.

     A partir de esta realidad podríamos preguntarnos por las razones que nos llevaron a semejante declive, y lo más inquietante; como sigue la película.

    Lo primero que surge claro es que en los 90 se produjo una clara exportación de nuestro mercado al mercado americano. Allí en medio de la euforia con las privatizaciones se crearon los American Depositary Receipt (ADR) de las empresas argentinas y el resto es conocido. Hoy operan más que las empresas locales.

    Tampoco es la falta de instrumentos lo que tiene postrado a nuestro mercado. Como vimos Byma incorporó la operatoria de Cedears, incluso agregando nuevas especies en varias oportunidades y agiornando la operatoria al permitir su negociación en forma unitaria para que los pequeños inversores tuvieran más fácil acceso.  También se realizaron asociaciones con prestigiosas instituciones mundiales para mejorar el acceso a mercados y para agiornar instrumentos disponibles a estándares internacionales, como vimos con nuestros índices bursátiles. También se facilitó junto con CNV la creación de instrumentos para que las Pymes pudieran acceder al mercado de capitales local y recientemente se registró la colocación del primer Fideicomiso Financiero etiquetado como Social en el Panel de Bonos Sociales, Verdes y Sustentables (SVS) de BYMA.

     Otro argumento muy difundido para explicar el estado de nuestro mercado es que tampoco hay muchas empresas interesadas en acceder a la cotización pública por varios motivos. Sin embargo, las historias de Mercado Libre, Despegar, Corporación América, Globant, Ternium Internacional, Adeco Agro y recientemente Bioceres ingresando al Nasdaq, son un claro ejemplo de sociedades que abrieron su capital en el exterior ante la falta de profundidad de nuestro mercado.

     La falta de incentivos para desarrollar el mercado de capitales y muchas veces la voracidad fiscal son elementos que explican mucho, no solo de la situación actual sino de la trayectoria de las últimas décadas. Sin ir más lejos la sanción y posterior aplicación del impuesto a la renta financiera a partir de mayo de 2018, fue el golpe de gracia que inició una crisis cambiaria con la salida en masa de los inversores extranjeros y un derrumbe en el precio de los títulos públicos que ni siquiera se detuvo con la restructuración de la deuda pública realizada en 2019. Tan nocivo fue ese impuesto (que no fue vetado por el presidente Macri), que varios de los que lo propusieron terminaron derogándolo apenas asumieron el poder. El daño ya estaba hecho, y pone de manifiesto que para nuestros políticos el mercado de capitales no es una prioridad, y que solo se acuerdan de su existencia para gravarlo con impuestos o cuando lo necesitan para realizar alguna colocación, como fueron las privatizaciones en su momento o para saturarlo de deuda pública.

     Pero después de mucho tiempo y tras varios defaults y restructuraciones quedó muy claro que esta vez la confianza quedó dañada, tal vez como en ninguna otra oportunidad. La falta de crédito externo es palpable y el desinterés por los activos argentinos evidente.

    La falta de reglas claras y sostenibles en el tiempo, por ejemplo en materia impositiva, la inexistencia de un plan que constituya una guía para los futuros inversores y que trascienda a los cambios de administración, el incremento del intervencionismo, lo cual implica menor crecimiento económico y menor seguridad jurídica, y por tanto menor disposición de los inversores a invertir en la economía, son factores que explican no solo el estado de nuestro mercado sino también la falta de crecimiento de nuestra economía durante muchos años.

     La pandemia terminó por exponer más nuestras debilidades, pero también quedó de manifiesto la importancia de contar con un mercado de capitales fuerte y como en toda situación límite puso sobre la lupa el origen de todos nuestros males, un déficit fiscal eterno, que es el padre de nuestra deuda que nadie quiere financiar y que solo encuentra en la emisión monetaria una solución temporal con pronóstico reservado sobre los índices de inflación.

     En ese contexto los mercados fiel a su tradición tocaron piso, con una clara exageración en precios de bonos y acciones, que se acentúa más por el paupérrimo volumen de negocios y el claro desinterés de los inversores. Las urgencias pueden ser el vehículo que dispare decisiones que en otro contexto tendrían pocas posibilidades. Como nunca, la dialéctica política se distancia de medidas que en otro gobierno se tildarían de ajustes inaceptables. La posibilidad de un acuerdo con el FMI, aunque está lleno de suspicacias, aumenta semana a semana. La necesidad tiene cara de hereje y la realidad aprieta.

     Cuando aparecen las primeras compras asociadas a inversores más especulativos, la debilidad del mercado se torna en fortaleza.  La clara desinversión y su reducido tamaño obliga a pagar para hacer posiciones. El primer driver son los precios regalados por un marcado desinterés de los compradores. Luego vendrán otras explicaciones, la posibilidad de un acuerdo por la deuda, el viento de cola con bajísimas tasas de interés en el mundo, los precios de los comodities en un claro escenario favorable y hasta la expectativa de un cambio hacia una economía en crecimiento pospandemia.

    El legendario Templeton acuñó la frase “los mercados alcistas nacen en medio del pesimismo, crecen en el escepticismo, maduran en el marco del optimismo y mueren en plena euforia”. El marcado pesimismo de los inversores locales contrasta con la avanzada e incipiente demanda de los foráneos. Como siempre la política con sus decisiones tiene la llave del éxito. Pero sino hacemos demasiadas cosas estúpidas es probable que estemos a las puertas de lo que llamo la suba de las caras largas. Porque la mayoría la verá desde afuera, sin comprender lo que está pasando.

   

Ruben Pasquali


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